viernes, 24 de mayo de 2019

El hombre que repobló su pueblo gracias a naranjos y bananeros

Kalilu Jammeh, emigrante retornado de España, se propuso evitar las migraciones a Europa y devolver la vida a su aldea gambiana, que llevaba 40 años vacía, con una escuela, un depósito de agua y decenas de árboles frutales.

Hubo un tiempo en el que Jirong tuvo vida, prosperidad y personas que trabajaban sus tierras. Ingleses y franceses utilizaban su proximidad al río Gambia para plantar cacahuetes y otros alimentos y transportarlos a su desembocadura en el Atlántico. Este pueblo, situado en una zona rural del país, que comparte nombre con el río que lo cruza de punta a punta, disfrutaba de cierta riqueza y movimiento.
“El tiempo que yo viví en Jirong, cuando era pequeño, fue el más feliz de mi vida. Por eso decidí que podía recuperarlo todo. Quería una forma de ayudar a los jóvenes de esta región a quedarse aquí, en su país. Los árboles, bananeros o naranjos, solo son formas de crear oportunidades”, afirma Kalilu Jammeh, que sobrepasa por poco la cincuentena. En realidad, Jammeh sabe de lo que habla. La pobreza y la falta de oportunidades lo empujaron, un par de años después del golpe de estado de 1994 que acabó con la democracia en Gambia durante casi 25 años, a recorrer más de 17.000 kilómetros por tierra, mar y aire hasta llegar a Lanzarote en patera. Una travesía en la que la muerte y la barbarie fueron sus inseparables compañeras de viaje.
Gambia es el país más pequeño del continente africano, sus habitantes no llegan a dos millones y tienen bastantes problemas, ya que la tasa de alfabetización sobrepasa por poco el 40%, más del 60% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y el 30% padece desnutrición.

Frente a este panorama muchos jóvenes optan por embarcarse en una patera en dirección a Canarias o por recorrer Mali, Burkina Faso, Argelia, Libia y Marruecos para alcanzar las costas europeas. En 2016, Gambia fue el quinto país emisor de migrantes a Europa. 
“Quería hacer algo para evitar que los chavales tuvieran que pasar por eso. Yo creo que, si encontraran oportunidades, no querrían irse.”dice Kalilu.

La tierra como solución

“Lo primero era tener suficiente agua. Aquí solo llueve tres meses al año… Con otros nueve de sequía ni siquiera los animales tienen suficiente para beber”, explica. Los ayuntamientos de Lloret del Mar, Blanes y Sant Pere de Ribes sufragaron un pozo. Para entonces, Kalilu ya había fundado una asociación, la había transformado en la Fundación Kalilu Jammeh y pensaba en cómo repoblar la zona donde él había crecido y de la que atesoraba los mejores recuerdos de su vida.
Lo segundo fue buscar gente. “Me fui a la ciudad a por jóvenes, la mayoría de mi familia y desempleados, y les dije: 'Yo no tengo dinero, pero creo que si nos volvemos a Jirong podremos vivir bien. Será mejor para vuestros hijos que viajar a Europa a buscarse el futuro. Así muere mucha gente”. Su idea era construir un colegio para niños huérfanos o de familias empobrecidas y plantar decenas de bananeros, naranjos y árboles frutales que sirvieran de sustento a todas las familias que se asentaran allí. La agricultura goza de una importancia suprema en Gambia.



En los últimos diez años, Jirong ha pasado de estar deshabitado a albergar a unas 60 personas. Bananeros, naranjos y casas como la de la imagen han posibilitado la repoblación.
En los últimos diez años, Jirong ha pasado de estar deshabitado a albergar a unas 60 personas.


“Tenemos ya 300 bananeros y unos 250 naranjos, pero deseamos que sean muchos más. El terreno era de mis antepasados, así que podemos utilizarlo, porque pasan de generación en generación y ahora son míos. En cinco años queremos llegar a 3.000 bananeros y a 2.000 naranjos, pero necesitamos un tanque de agua más grande, de unos 6.000 litros”, explica. Mientras haya trabajo en el campo, sostiene, habrá gente que quiera vivir en él. Y, de momento, en 10 años, ya ha conseguido atraer a alrededor de 60 personas que viven ya en Jirong de manera permanente, y a otras muchas familias de poblaciones colindantes que se acercan al pueblo a llevar a sus hijos a la escuela.
“Lo difícil fue vivir los primeros años. Pero ahora los árboles empiezan a dar sus frutos y podremos empezar pronto a ganar dinero con ellos”, dice Kalilu con cierto orgullo no disimulado. Entonces optó por poner huchas en Girona y por escribir un libro, El Viaje de Kalilu, donde cuenta todas las penurias que pasó al dejar su país con la idea de un futuro próspero y amable en Europa.

 

Realizado por: 

Irene Barrionuevo Díaz

Almudena Isasa García

Ana Ramírez Díaz

Carmen Sánchez Molina

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