EL EJEMPLO DE ROCÍO Y ANDRÉS
Solo un 26% de las personas con diversidad funcional en España tienen trabajo.
Rocío Luque,sufrió un accidente en el que casi pierde la mano derecha. "Gracias a
Dios la salvé", explica. "Pero perdí mi trabajo de enfermera. Estaba a
una semana de que me hicieran fija".Andrés Alonso, por su parte, abandonó el mundo de la construcción tras la crisis de los 2000,"Me llegaron a decir que dónde iba a trabajar yo con mi edad y mis lesiones", recuerda este madrileño de 56 años. Ambos solicitaron el grado por discapacidad y ambos tienen un 33% concedido.Ellos han conseguido un trabajo, algo que en España solo puede afirmar una de cada cuatro personas de este colectivo. Son dos casos de inserción laboral que no abundan en España.
"Me costó bastante asumir un cambio tan radical de vida", recuerda Rocío
Luque, que desde los 19 años estuve trabajando como técnica de
enfermería en varios hospitales de la provincia de Málaga. Durante la
rehabilitación de mi mano, que no me amputaron "porque los tendones y la
arteria estaban bien", no perdí la esperanza de retornar a MI oficio
de siempre,pero las limitaciones físicas me impedían desarrollar las tareas con facilidad.Tuvo que empezar a escribir con la mano izquierda".
Andrés Alonso, por su parte, también pasó por un periodo muy desagradable,tras el cierre de la pequeña empresa que poseía y una operación de la
espalda para tratarse las hernias, estuvo buscando trabajo cuatro años.
"Cuando llevas tanto tiempo sin hacer nada parece que con 56 estás
acabado", reflexiona. "Pero nunca me he echado para atrás".
Rocío Luque encontró trabajo hace seis años. Una amiga le habló del
centro especial de empleo Integra, perteneciente a la compañía Clece. Andrés Alonso trabaja desde 2017 en el servicio de limpieza del madrileño
Hospital Ramón y Cajal, gestionado también por la misma compañía
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